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Maternidad Autista

Ruth López es terapeuta ocupacional de la Universidad de Chile y hace 11 meses se convirtió en madre. Una experiencia nueva, al ser Agatha su primera hija, pero también, porque Ruth es una persona autista. ¿Ser autista conlleva desafíos particulares y comunitarios particulares a la hora de maternar? ¿Es difícil priorizar las necesidades personales frente a las propias?

La maternidad es un viaje que, para cada madre, es único. Si bien existen desafíos que pueden unirlas alrededor del mundo a través de un sentimiento de comunidad, que hacen que se sientan conectadas en experiencias, consejos y otros, también existen vivencias particulares que a cada madre le pueden repercutir de forma muy distinta.

Para algunas madres, como lo expresa Ruth López, madre autista primeriza, ser una persona autista añade una dimensión adicional a este viaje, una dimensión que implica un constante aprendizaje.

“Desde que nació mi hija, se me han acercado diferentes personas para preguntarme qué es lo más difícil de ser autista y maternar. Hasta ahora, no había querido responder, no por mala voluntad o porque me fuera un problema; la verdad es que no lograba identificar qué era lo desafiante de ser madre autista, específicamente”.

Existe una intersección entre la experiencia de ser madre y la vivencia del autismo. Es precisamente en los desafíos específicos, según Ruth, donde podría sugerir una reflexión profunda sobre la naturaleza misma de la maternidad autista. Especialmente referido a la predictibilidad y el perfil sensorial divergente.

“Como autista, y en especial los primeros meses de vida de mi bebé, fue un caos en mi mente; no había rutinas ni ambiente estructurado, es un proceso constante de adaptarse a estar adaptándose. Si bien te sugieren ‘descuidar la casa’ para enfocar tus energías en maternar y cuidar al o la bebé, asumir esto era muy complejo para mí”.

Ruth comenta un concepto muy interesante sobre la Batería Social. La Batería Social es una medida que la comunidad autista (y otras comunidades) utilizan para hacer referencia al nivel de energía que tienen para terminar un día. Esta va bajando según lo que va pasando durante el día, tanto en materia laboral, académica, emocional, entre otras.

 “De por si mi batería [social] ya es baja, y cuando tengo energía se va rápido, así que con mi hija sentía que mis fuerzas iban a colapsar a cada instante entre la incertidumbre y las exigencias de la bebé, donde si bien quería “descuidar la casa”, ver el desorden o la loza sucia me era altamente abrumador, y es que necesitaba al menos algún tipo de orden, de estructuración, por pequeña que fuese. Qué decir en cuanto a cumplir horarios: salir al control con la pediatra era una odisea; siempre he sido muy puntual, pero ahora el cumplir horarios no dependía solo de mí”.

Esta lucha con la predictibilidad resalta un desafío fundamental: la conciliación entre las necesidades de la nueva integrante de la familia y las propias necesidades autistas. La falta de estructura puede ser especialmente angustiante para quienes dependen de ella para regularse emocionalmente y lograr cumplir con las labores del día a día eficazmente.

Otro aspecto crucial que destaca es el perfil sensorial divergente, que se hace especialmente evidente en su sensibilidad auditiva. El llanto de su hija despierta en ella una mezcla de deseos contradictorios: el deseo de consolarla y la necesidad urgente de silencio que es algo que le resultaba antes de su maternidad cuando se desregulaba. Esta sobreestimulación sensorial a menudo desemboca en ‘meltdowns’ o crisis autistas que experimenta con más frecuencia desde que es madre.

Los desafíos sensoriales que enfrentan las madres autistas, donde el llanto del bebé puede convertirse en una fuente de angustia sensorial definitivamente puede ser un sentimiento que puede unir a la comunidad de madres autistas. La necesidad de silencio para regularse choca con el instinto materno de consolar, creando un conflicto interno difícil de resolver, pero no todo son desafíos.

“Y si bien lo que más me consultan es por los desafíos, de todas formas me gustaría expresar que saberme autista también me ha ayudado en mi rol de mamá, tanto para identificar mis necesidades y desafíos, como también visualizar (ahora de mejor forma) mis fortalezas. Siendo una persona altamente estructurada, metódica, que necesita actividades con anticipación y regularidad, a la fecha hemos logrado en casa ordenarnos bastante, dándome un sentido de capacidad y eficacia que hasta hace unos meses atrás pensé que había perdido por completo, pero por sobre todo, bajaron mis niveles de ansiedad y angustia, por lo que ya no he vuelto a tener desregulaciones”.

La capacidad de adaptación y las fortalezas que aporta el ser autista en la maternidad es algo que es digno de resaltar. La organización meticulosa y las habilidades cognitivas específicas pueden convertirse en herramientas poderosas para enfrentar los desafíos cotidianos de la crianza.

“Saberme autista, y dentro de eso con habilidades relacionadas a la atención al detalle y la memoria visual también me han ayudado para iniciar y mantener el proceso de alimentación de mi hija: entendí que necesitaba apoyos visuales, y puse en mi cocina la información que necesito para no pasar por alto datos significativos, por ejemplo”.

Entender que la maternidad es un ejercicio personal y que ni el autismo ni la discapacidad son barreras que impidan ejercerla, es fundamental para validar las maternidades que han sido cuestionadas e invalidades. Ser madre es un ejercicio que se practica día a día.